28/29
¿Recuerdas que después de tanto hablar por el face te invité varias veces a salir? ¿Y recuerdas que siempre surgÃan imprevistos que evitaban que nos conociéramos en persona?
Sin embargo, esa noche en la pizzerÃa/bar supimos que no era la primera vez que nos veÃamos. Te lo dije, yo siempre supe que eras la chica de la casaca de colores que paseaba en scooter por las calles de San Carlos.
En realidad fue un reencuentro, donde dos niños de un curso vacacional de inglés coinciden 13 años después y en otra ciudad. SÃ, fue un reencuentro inusual y hasta inverosÃmil (no sé si mis amigos me creyeron cuando se los conté). Incluso tú murmuraste que estas cosas no le pasan a la gente común, que esa clase de coincidencias suceden en las pelÃculas, no en la vida real.
Una semana después salimos de nuevo. Nos encontramos en el bus (otra coincidencia) y mientras conversábamos caminamos hacia Risso, miramos un partido del Mundial, visitamos el centro comercial favorito de los otakus, cantamos en el Rock Band -bueno, cantaste tú-, volvimos a caminar, nos mojamos en el Parque de las Aguas, fuimos a comer y ahà seguimos conversando por horas.
Y después de algunos vasos de sangrÃa, no sé cómo empezamos a jugar con nuestras manos, a mirarnos dulcemente y a entrelazar nuestros dedos. Nos preguntamos si estábamos ebrios y lo negamos inmediatamente. Yo buscaba una señal en tu mirada para atreverme a besarte, me morÃa por hacerlo. Pero en tus ojos habÃan tantas dudas como en los mÃos, por eso temà que me rechazaras. Entonces recordé todas las oportunidades perdidas por mi cobardÃa, todos los “qué hubiera pasado si yo…” y me dije a mà mismo: Don’t be a chicken.
Con una resolución inusual me acerqué a ti y te besé. Sé que te sorprendiste y creo que por un instante me rechazaste, pero luego me besaste también. Fue un beso muy raro, fue un mal beso. Estaba confundido, no supe qué decir. Solo atiné a sonreÃrte y a maldecir en mi mente. A pesar de todo me gustó. Al fin nos habÃamos besado, era lo que importaba. Me senté a tu lado y lo hicimos de nuevo. Esta vez fue mejor, esta vez no quisimos parar y nos besamos miles de veces mientras las horas pasaban velozmente. ¿Cuánto tiempo estuvimos asÃ? ¿Qué cosas decÃamos en los intervalos? ¿Si ya habÃamos acabado de comer y de beber por qué no nos pidieron amablemente que nos retiráramos? Nadie nos detuvo. Luego caÃmos en cuenta de lo apresurado que habÃa sido todo. No nos conocÃamos realmente. Debimos ir más lento, hubiera sido mejor ¿Fue el alcohol?
Whatever, asà pasó, no habÃa nada que hacer. Y no estaba ebrio ese dÃa, te lo juro. Bueno, en realidad estaba adormilado pero la garúa me despertó del todo cuando salimos del local. SÃ, llovÃa como nunca en las calles de Lima, llovÃa en las calles de Lince y llovÃa cuando tomamos la combi en la Javier Prado. Cuando pasamos por San Miguel también podÃamos ver las gotas caer por las luces de los postes. ¡Y también llovÃa cuando bajamos en el Callao!
Luego caminamos hasta tu casa sin importarnos el frÃo ni los caminantes de madrugada, no nos importaba nada en ese momento. Lo único que hice fue pensar en comprar un cigarro al volver al paradero y recordé que yo nunca fumo. Tampoco habÃa tiendas abiertas ni señoras que vendieran fallos en la calle.
Antes de que tuviera otros pensamientos absurdos llegamos a tu puerta, era el momento de despedirnos. Y sucedió otro evento cinematográfico que no se da en el mundo real: nos besamos ahà afuera, alumbrados por una luz de la calle y bajo una intensa lluvia. SÃ, sÃ, muy de pelÃcula romántica gringa, muy Breakfast at Tiffany’s, demasiado The Notebook, muy cursi todo. But, who cares! Fue genial, fue uno de esos momentos que nunca se olvidarán.
Me sentà alucinado, nada de esto podÃa ser real. Sin embargo, el frÃo me confirmaba que todo era verdadero, hasta me hacÃa temblar. Al demonio con el frÃo, estaba realmente feliz.
Cuando fui para mi casa no podÃa controlar la alegrÃa en mi cabeza, era demasiada para ser saludable. Mi inherente pesimismo me decÃa que algo malo podrÃa pasar después, pero no era momento para preocuparse. Solo querÃa disfrutar de lo que estaba viviendo.
Llegué a mi casa al amanecer y tan solo podÃa dormir dos horas porque tenÃa que salir ese domingo. ¿Sabes? Nunca dormà con tanta tranquilidad.
Bonita prosa, Salva. Morà con tu frase: Don’t be a chicken :)
ResponderEliminarMe encanto!. Esa noche fue real aunque parezca un sueño. ♥
ResponderEliminarSabia que algún dÃa escribÃas algo asà nuevamente.
ResponderEliminarMuy bonito :)