17 de diciembre de 2015

Historia familiar I

"A mí no me gusta tener mascotas porque se sufre mucho.

Tuvimos a la Perla por años y cuando se murió lloramos mucho. La enterramos en el patio y cuando nos mudamos tuvimos que desenterrar sus huesos para llevarlos a la otra casa. Los pusimos en una cajita y la Mamá Chico decía que la Perla la cuidaba.

Antes, cuando yo era chiquita, vivía en el campo y tuve una gallinita que me seguía a todas partes. Le daba de comer, la cuidaba, le cariñaba, era mi mascota. Pero un día mi gallina desapareció y me dijeron que se había escapado. La busqué por todas partes, llorando busqué mi gallinita en las chacras, en el río. Nunca la encontré. Se comieron a mi gallinita y no me había dado cuenta. Yo lloraba y ellos ya se la habían comido.

Tenía 5 años".


1 de octubre de 2015

Sin entusiasmo

Hoy fui a cubrir una marcha en el Centro de Lima y lejos de despertar mi entusiasmo, lo apagó. Años atrás me hubiera solidarizado con su lucha y me hubiera conmovido con las historias de los niños afectados con plomo en la sangre.

Pero ahora no. Y sé que es grave, estoy perdiendo sensibilidad. Hace mucho tiempo que nada me causa indignación.

Tal vez sea resignación y cinismo. Porque el mundo es un lugar horrible y cada intento para hacerlo mejor muere heroicamente o se desvanece lentamente hasta que se olvida.

A lo largo de la historia se han registrado tanto intentos porque las cosas cambien, pero en esencia, nunca cambian. Las revoluciones hacen caer tiranos solo para colocar a un tirano nuevo. Las viejas leyes conservadoras solo son abolidas muy tarde, cuando ya no representan una amenaza a los conservadores. Las exigencias ambientales solo se aprueban cuando los inversionistas creen que es oportuno, no cuando las personas contaminadas las necesitan.

Entonces, ¿para qué protestar si no va servir de nada? ¿Para qué hacer firmar un acta de compromiso que meses después el Gobierno no cumplirá?

Porque es mejor intentarlo que resignarse, es mejor morir con dignidad que vivir de rodillas. Así habría contestado antes. Hoy esas frases ya no tienen la convicción suficiente.

Las cosas que vi en la marcha no ayudaron: periodistas haciendo preguntadas cojudas, fotógrafos buscando la imagen más lastimera para saciar su amarillismo, manifestantes figuretis que se emocionaban cuando tenían un microfóno en la boca y un par de políticos titiriteros que controlaban la protesta a su antojo.

Ojalá que mañana pueda alejar la displicencia de mi mente.


13 de septiembre de 2015

Debí leer antes a George R. R. Martin

Lo que se aprende poco a poco a lo largo de esta vida está resumido en las páginas de los cinco tomos de Canción de hielo y fuego. Lo que toma varias decepciones, y algunas experiencias traumáticas, se puede leer en la trágica historia de los Stark y la extinción de los Baratheon.

El mundo no es como nos lo cuentan cuando somos niños, donde las leyes nos resguardan y alcanzamos la felicidad como recompensa por obrar bien. No, el mundo real en el que vivimos es un lugar terrible: violento, injusto y lleno de sufrimiento.

La bondad pocas veces recibe recompensas y no te protege contra el mal. La maldad suele salirse con la suya porque no tiene escrúpulos que la detengan. El que triunfará en la vida será el más fuerte y el más audaz, no importa si es buena o mala persona.

Las lealtades se olvidan cuando aparece el dinero y generalmente apoyan al que va ganando. La conveniencia suele ser el motivo real de las acciones de la gente, no la justicia ni el honor.

Y es que el honor solo gana batallas morales. La gloria es de los pragmáticos, la muerte de los principistas.

Dominar muchos conocimientos, trabajar con esfuerzo, hablar con honestidad y actuar con justicia no bastan. Sin astucia, sin carisma y sin malicia todo emprendimiento está condenado al fracaso. Es más, los primeros no importan mucho.