10 de octubre de 2014

Historia breve en el trabajo 2/3

No existe eso que llaman “hoteles decentes”. Existen hoteles baratos y hoteles caros.

Hoy, en el hotel caro en el que estoy alojado, entró al restaurante un tío cuarentón con calva en la coronilla, flaco y menos agraciado que yo. Lo acompañaba como invitada una bella mujer tan joven que podría ser su hija y que vestía una minifalda tan corta que la prohibirían en cualquier oficina. Era deducible que apenas se conocían y era evidente la urgencia del tío por acabar la cena y llevársela a su cuarto.

Los mozos se hicieron los cojudos con la llamativa invitada del huésped y la dejaron ingresar al interior del hotel. Unos verdaderos profesionales.


8 de octubre de 2014

Historia breve en el trabajo 1/3

Unos traficantes de tierra venden terrenos sobre los que no se puede construir viviendas, pues pasan unas peligrosas tuberías de gas debajo de ellos. Gente humilde compra los terrenos y se entera de que su soñada casa jamás se hará realidad. Reclaman a los traficantes, estos dicen que no es cierto y que reclamen al Estado; van a Osinergmin, estos les confirman la prohibición y les dicen que hablen con la empresa de gas; la empresa dice que ellos advirtieron a los dirigentes/traficantes de las restricciones de construcción y que reclamen el dinero que pagaron por el terreno.

Los traficantes/dirigentes tienen matones a su servicio y no hacen devoluciones. La gente humilde será desalojada en unos meses.


2 de octubre de 2014

La ciudad-carretera



Hasta el día de ayer pensé que la ciudad de Chincha era dos hileras de casas a ambos lados de la Panamericana Sur. Cometí este error porque no hace falta abandonar la carretera para encontrar todo lo que se necesita para vivir: hoteles lujosos y hostales baratos, restaurantes fichos y agachados, grifos con markets y vulcanizadoras con baño, un terminal terrestre y paraderos de mototaxis. No habrá un parque para que jueguen los niños, pero hay un Mega Plaza para que gasten los padres.

Sin embargo, no soy el único que pensaba que Chincha es una ciudad-carretera, son miles de personas foráneas las que tienen esa idea: los turistas que llegan atraídos por los cajoneros de El Carmen, los corredores inmobiliarios que buscan terrenos para condominios, los robustos ingenieros de las empresas de gas natural o los abogados lobbistas de las pesqueras.

Ninguno conoce Chincha realmente, a ninguno le importa. Muchos viven en Chincha, pero no viven de ella. Los grandes negocios están fuera de la ciudad y si quieren divertirse, Asia o Paracas no están muy lejos.

¿Cómo se puede vivir en un lugar sin conocerlo? No es algo que yo pueda entender, por eso decidí cruzar la carretera e internarme en la ciudad. Esperaba encontrar algo mejor que el ambiente road movie de la Panamericana, pero terminé bastante decepcionado.


Ahora entiendo un poco por qué la gente prefiere no abandonar la carretera, Chincha es una Lima en miniatura. Mejor dicho, Chincha es una versión pequeña de lo peor de Lima: calles sucias, rotas y congestionadas por los mototaxis; las mercaderías de los comerciantes en las veredas y las gigantografías de los candidatos en las paredes; “modernas” casas de ladrillos y cemento sin pintar, a medio construir y fierros cubiertos por botellas.

¿Se puede encontrar algún parque agradable para visitar? ¿Algún paisaje para fotografiar? ¿Alguna iglesia histórica? No, no en la ciudad. El centro de Chincha es como la avenida Abancay a las 6 de la tarde, solo que sin Biblioteca ni Congreso de la República.

En invierno se parece tanto a Lima porque también tiene el cielo color panza de burro y también hay choros dispuestos a madrugarte si pestañeas un poco.