30 de enero de 2023

Tres traiciones a San Marcos


Tres coleguitas sanmarquinos se olvidaron de la ética periodística tras dejar las aulas y ahora se dedican a elogiar la represión policial de este gobierno autoritario y a terruquear a los manifestantes. Han traicionado a San Marcos y se han traicionado a sí mismos.

Eudocio Ravines fue uno de los fundadores del Partido Socialista Peruano (luego Partido Comunista Peruano, nombre cambiado por él mismo por órdenes de Moscú), y seguidor cercano de José Carlos Mariátegui. Sin embargo, una vez muerto El Amauta, y tras sufrir la persecución de varios gobiernosRavines abjuró del comunismo y se pasó al otro bando.  Después de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en operador político de la derecha conservadora nacional, y en escritor a sueldo de la CIA.

Desde entonces, para los socialistas peruanos, Ravines se convirtió en el epítome de la traición, pues además de servir como propagandista del anticomunismo (siempre con el soporte de la Embajada de los Estados Unidos), trabajó para varios gobiernos autoritarios de derecha que criminalizaban a sus antiguos compañeros socialistas.

Casi un siglo después, el ravinismo sigue vivo y se renueva en cada generación. No solo en experimentados intelectuales y políticos (véase Rospigliosi, De Althaus, Hugo Guerra, etc.), sino también en jóvenes estudiantes que pasaron del radicalismo de izquierda a practicar un discurso liberal y/o libertario cuando dejaron las aulas. Muchos de ellos muy próximos al fujimorismo y al fascismo, y con hábitos de terruqueo.

Aquí cuento el caso de tres comunicadores de mi generación que conocí en San Marcos. Tres personas que traicionaron sus ideales progresistas, se traicionaron a sí mismos, y que se volvieron terruqueadores a sueldo.


Uno

Siempre se le veía en el comedor de San Marcos y en la residencia de estudiantes, conversando y riendo con los universitarios más luchones, con los más radicales y hasta con los cuatro gatos del Movadef que andaban por ahí. Por eso muchos pensaron que él también formaba parte de la agrupación que hasta ahora defiende y justifica a Sendero Luminoso. Sin embargo, él lo negó siempre. Habrá que creerle.

Bueno, no es ningún delito haber sido amigo de extremistas de izquierda, ni siquiera de la gente del Movadef. Lo que sí está mal es volverte un terruqueador. Porque cuando agarró sus prácticas en diario Correo, de pronto el espíritu de Ravines lo poseyó y se volvió en difamador a sueldo. Cada portada del diario contra los estudiantes de San Marcos tenía su firma, y sin que le tiemble la mano ni la conciencia, decía que los sanmarquinos estábamos sometidos a los senderistas. Hasta se atrevió a terruquear a las famosas tablas de Sarhua, que cuentan los testimonios de las víctimas del conflicto armado interno (1980-2000) en la región Ayacucho.

Cuando sus antiguos compañeros le reclamaban por su accionar, muy pendejamente se excusaba diciendo que él solo publicaba lo que le decían sus fuentes de la Dircote. 

Ahí sigue escribiendo, listo y presto a la llamada de sus jefes para la próxima difamación de estudiantes sanmarquinos. Aunque a veces no firme sus reportajes, ya se sabe que él los escribe.


Dos

Él tenía fama de buena gente, pero se hizo realmente conocido en la Facultad de Letras porque Å½ižek lo choteó cuando quería entrevistarlo en exclusiva para un blog, hace más de una década, cuando el filósofo esloveno visitó San Marcos. Pero hablando en serio, en los años universitarios se ganó una reputación de persona amable, respetuosa y sensata. Un buen chico.

Por eso fue grande la sorpresa cuando en noviembre de 2020 se supo que trabajaba para Willax TV, y más aún cuando en Facebook defendía la represión policial contra los jóvenes del Bicentenario que marcharon contra Merino. Pero no solo eso, sino que empezó a terruquear a los manifestantes y justificó que la policía dispare balas al cuerpo contra la multitud.

Varios compañeros sanmarquinos lo cancelaron por su palabras, pero él siguió en sus andanzas. Meses después, volvería a ser noticia cada vez que hacía preguntas fuera de lugar y con tono malcriado al expresidente Pedro Castillo, a sus ministros o a cualquier político de izquierda que se encontrara. Su última actitud matonesca la tuvo con el congresista Bermejo. Curiosamente, nunca se le ha escuchado con la misma vehemencia cuando se encuentra con congresistas fujimoristas o políticos de derecha. Como todo periodista de Willax, sabe a quién debe humillar y a quién no para contentar a sus jefes.


Tres

El tercer caso es un poco difícil de escribir, porque se trata de una antigua amistad.

A diferencia de los otros, su transformación fue progresiva. Ella también frecuentaba los espacios del comedor y la residencia universitaria de San Marcos, se consideraba socialista y miraba mal a quien usaba adjetivos despreciativos contra los compañeros de izquierda. Era fan de Hildebrandt. Admiraba a Rocío Silva Santisteban.

Poco a poco fue decepcionándose de los radicales sanmarquinos (y quién no, a veces su dogmatismo y su sectarismo es insoportable) y empezó a manifestarse su conservadurismo en sexualidad, feminismo o derechos LGBT. Todos esos temas le incomodaban y los rechazaba, aunque mostraba respeto y trataba de comprender.

Siempre tuvo ambición y deseo de notoriedad (algunos decían "arribismo", yo no quería creerlo). Se hizo famosa en Facebook y Twitter por su campaña contra "la televisión basura", su animalismo, y por sus opiniones políticas antifujimoristas. Hasta ahora conserva miles de seguidores (con simps incluidos).

Luego de dejar la universidad, se potenció su transformación y se tiró hacia la derecha, pero al menos era la liberal. Todavía creía en los derechos humanos. Se volvió pepekausa en el 2016 y estuvo con el Partido Morado en el 2020. En ambas ocasiones asesoró en comunicación a candidatos al congreso que no fueron elegidos. Entre esos años se consolidó su odio visceral a Verónika Mendoza y a todo lo que sea socialista. 

Hasta ahí, todo bien. Las personas tenemos derecho a cambiar de posición política e ideológica. Sobre todo cuando hemos visto el decepcionante desempeño de los políticos peruanos y sus partidos, incluidos los izquierdistas, por supuesto.

Lo que resulta imperdonable para muchos es lo que hace ahora. Seas de derecha o de izquierda no puedes recurrir a la mentira ni a la difamación ni a la humillación. No debes ser racista para criticar a Pedro Castillo, no debes ser homofóbico o transfóbico y jactarte de ello. No debes recurrir al terruqueo para deslegitimar las marchas contra el gobierno autoritario de Dina Boluarte. No puedes ser sanmarquina y celebrar que la policía haya invadido el campus universitario y haya detenido ilegalmente a los manifestantes. Todo eso ha hecho ella y duele verlo. 

Ella conoce muy bien la realidad de San Marcos y ha padecido los estigmas absurdos que cargamos los sanmarquinos con el terrorismo, pero ataca a los estudiantes con conspiraciones socialistas. Ella creció en la sierra, vivió en Ayacucho y en Huancayo, pero no se inmuta con los más de 55 manifestantes asesinados en la represión policial. 

Se trata de una persona totalmente diferente a la que conocí, la peor versión posible de sí misma. Nunca pensé que acabaría así, escribiendo desde Expreso, el diario de la extrema derecha.


...


Hasta ahora me preguntó qué pasó exactamente con estos comunicadores sanmarquinos. ¿Bastó con decepcionarse del socialismo y de la izquierda? ¿Fue el dinero y la necesidad lo que los transformó? ¿Acaso se le cerraron los espacios progresistas, tal vez las argollas no los aceptaron? Tal vez ellos fueron rechazados, y como se morían de ganas de alcanzar el éxito, terminaron en brazos del fujimorismo y la DBA (como le pasó a Carlos Meléndez, que siempre habla con cólera de los intelectuales progres y caviares que lo excluyeron por su origen humilde). 

Tal vez fue todo a lo mencionado a la vez, difícil saberlo. Sin embargo, eso no es justificación para vender tu alma, para deshonrar el periodismo con fake news y calumnias, para arrimarte con la derecha racista, homofóbica y terruqueadora.

Es una pena, porque se trata de jóvenes con una buena formación académica, con la experiencia del Perú real que te da San Marcos, y con talento. Y es una lástima que no hayan tenido el coraje de defender sus valores éticos ni la valentía de defender su integridad como personas.



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