31 de julio de 2014

No somos lo suficientemente cool para fumar


Este invierno llegó tarde a Lima y parece querer compensar su retraso con temperaturas más bajas de lo normal y sobre todo, con muchas lluvias. Por eso me congelo cada mañana en el paradero del bus y lo peor es que no hay emolienteras ni esos tíos que venden café en modernos triciclos.

En cambio hay seres que son demasiado cool para este invierno, como ese tío chino que se la pasó fumando mientras esperaba su carro. Era delgado, canoso, usaba lentes y vestía un elegante terno gris. Todo en él transmitía una tranquilidad envidiable, como si estuviera meditando ahí parado en esa esquina de Javier Prado.

Mientras que todos tiritábamos like a bunch of pussies, él sacó un cigarrillo y lo encendió distraídamente. Dio una pitada, observó la autopista y exhaló el humo del tabaco como Jean-Paul Belmondo.

Si no hubieran prohibido la publicidad a las empresas tabacaleras, el tío sería el protagonista de videos virales que incitarían a miles de jóvenes y niños a fumar. Los ilusos tratarían de ser tan cool como él y ninguno podría lograrlo.

Cuando llegó su bus, el tío arrojó su cigarrillo sin haberlo terminado y se subió. Me quedé mirando cómo el pitillo se consumía lentamente en el suelo sin que el viento pueda apagarlo. Fue fascinante.


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